Luiz Rocha escribe con razón acerca de los peligros de confundir ágil con un conjunto de métodos que deben seguirse para que el "proceso" funcione. Es algo natural de las organizaciones -que por extensión son personas- procurar un punto de equilibrio entre las necesidades discordantes y éste es uno de los más propicios para trasformar la filosofía Ágil en una metodología que difiere poco de la tradicional cascada.
Además, hay una gran tentación de pensar en Ágil como lo opuesto de Cascada y convertir esto en una excusa para no tener ningún proceso o método coherente de desarrollo. Es muy común encontrar empresas inmersas en la desorganización que describen sus procesos como ágiles.
"No escribimos documentación, entonces, somos ágiles. Preferimos el software que funciona a la documentación comprensiva. No es lo que dice el manifiesto? " Evidentemente, el manifiesto concluye con la afirmación: That is, while there is value in the items on the right, we value the items on the left more. (Es decir, aunque hay valor en los elementos de la derecha, valoramos más a los elementos de la izquierda.) Sin embargo, no se debe abandonar todo en favor de una supuesta agilidad.
Como Luiz dice, no es un task board lo que hace a una empresa o a un equipo ágil. Tampoco es la falta de planes, en contraste con una respuesta completamente desorganizada a cambios.
Ágil requiere y exige un compromiso con los detalles:
- Para valorizar la interacción y no los procesos es necesario entender que el nivel de detalle necesario de lo primero es mayor que el segundo.
- Para valorizar software que funciona necesitamos una cultura de calidad, lo que se traduce en mucho más trabajo que escribir documentación comprensiva, y eso va mucho más allá de colocar en el cuadro de tareas items para escribir test, algo que no es más que convertir a lo Ágil en Cascada.
- Para valorizar la colaboración del cliente es preciso oír y reflexionar sobre lo que se escucha, transformando eso en valor. Negociar contratos es mucho más simple.
- Por último, para valorizar la respuesta rápida a los cambios es necesario una actitud de atención constante a lo que se está haciendo y cómo va a evolucionar en el futuro. Una vez más, seguir un plan es incomparablemente más fácil, incluso si el mismo es completamente fallido.
Ágil no es, ni nunca ha sido, una opción para aquellos que quieren tomar la ruta más fácil. La excelencia técnica, la cultura de la calidad, la atención al detalle, transformar todo esto en una segunda naturaleza requiere años de práctica: el mismo tipo de esfuerzo que un artesano pasa la vida aplicando.
Si quiere algo sencillo, olvídese de lo Ágil. No es para aquellos que no tienen un compromiso con el tiempo necesario para que las cosas permanentes florezcan.