Vivo en Boston y bastante seguido me toca trabajar en Nueva York. En tan solo 45 minutos, Delta Airlines tiene un vuelo que me lleva del Aeropuerto Logan de Boston al Aeropuerto LaGuardia de Nueva York. De hecho, es tan conveniente que a veces hago más de una reunión en el día gracias a estos vuelos. Pero no siempre todo sale bien...
Un día, me levanté temprano en la mañana y viajé a una reunión en Nueva York. A las 2PM volví a LaGuardia para tomar el vuelo de las 2:30PM de vuelta hacia Boston. El plan hubiera funcionado, si no fuera porque LaGuardia estaba cerrado por niebla, y todos los vuelos de la tarde estaban demorados o cancelados. Fui al mostrador de la agencia Hertz de taxis, y dije que necesitaba estar en Boston en 90 minutos y que quería un auto. La recepcionista me miró extrañada. Aparentemente, no podía cumplir con mi requerimiento. La situación de la ruta, la velocidad máxima de los autos disponibles y la distancia entre Boston y Nueva York hacía que mi requerimiento fuera graciosamente imposible de cumplir. Las leyes de la física se interpusieron con mis deseos.
Desafiando las leyes de la física en la empresa
Pensemos ahora en un Dueño de Producto en una empresa que se reunió con el equipo de Scrum antes del primer Sprint. El Dueño del Producto expuso una presentación con 12 elementos muy bien presentados. Le contó al equipo que se debían hacer los 12 elementos, y que el producto debía terminarse en 6 meses. El equipo miró sorprendido al Dueño del Producto y le dijo que, incluso sin tener muchos detalles acerca del proyecto, era imposible de realizarse en esos términos. El Dueño del Producto respondió: "Si no terminamos en esa fecha, no vamos a poder vender el producto, así que tiene que hacerse". Al igual que yo en Boston, el Dueño del Producto necesitaba algo que no era posible.
Los negocios funcionan en base a los compromisos. Cuando nos comprometemos con alguien más, le estamos dando nuestra palabra. La otra persona va a organizarse de acuerdo a esto, esperando que cumplamos con lo que dijimos. Este accionar se basa en la confianza y es una fuente increiblemente buena de eficiencia.
¿Te comprometés?
Hagamos una pequeña prueba sobre los compromisos. Leamos los siguientes dos puntos y fijate si te comprometerías a satisfacer las necesidades de estas personas:
- Alguien te pide que te comprometas a construir un elemento para ellos. Te pregunta en qué fecha lo podrías terminar y a qué costo. Pasás un rato intentando que te explica exactamente qué necesita, pero no hay muchos detalles. Además, hay varias cosas que van a tener que crearse desde cero. No estás seguro de las capacidades del equipo que va a estar asignado. También, hay una epidemia de gripe en la ciduad que podría afectar al equipo. La tecnología que se usa para construir el requerimiento funcionó hasta ahora, pero hay una nueva versión disponible con algunas críticas. La persona que pide el compromiso también te dice que podría necesitar cambiar algunas cosas cuando se empice. ¿Te comprometerías?
- Alguien te pide un producto para una fecha específica. Tenés que hacer este pedido porque la persona ya comprometió al producto para esa fecha a alguien más. Esta persona ahora quiere que apoyes a su compromiso, y que también te comprometas con el proyecto. No estás seguro de cuál es exactamente el compromiso, pero la persona que lo pide tiene influencia en tu carrera y tu salario. ¿Te comprometerías?
En ambas circunstancias es imposible comprometerse. Simplemente no se sabe. En el segundo caso podés sentir que en realidad no tenés otra opción más que comprometerte, pero incluso en ese caso va a ser mejor tener algún truco bajo la manga para cuando surjan los problemas.
El valor de la palabra
Es un mal hábito el presionar a alguien para que se comprometa a un resultado sin importar lo que crea que es posible. Si la persona bajo presión es honesta, no se va a comprometer a nada. Si queda arrinconada, podría tomar un compromiso imposibe. Ninguna alternativa (la falta de compromiso, o un compromiso falso) son útiles cuando se necesita que algo ocurra.
El hábito de los líderes es pedir compromisos a los equipo. El hábito de los equipos es comprometerse, sin importar las circunstancias.
Y así surgen los compromisos imposibles, que intentan desafiar las leyes de la naturaleza misma. Como profesionales, no tenemos que pedir compromisos imposibles o ridículos. Como profesionales, tenemos que valorar nuestra palabra y comprometernos a aquello que creemos podemos hacer. Y cumplir, entonces si, con nuestra palabra.
Nuevamente, la palabra es una de las fuentes más importantes de eficiencia. No la malgastemos.
Basado en The enterprise and Scrum, por Ken Schwaber.